jueves, diciembre 15, 2005

NICOLÁS

Yacía circunstancialmente sólo, rodeado por sus misterios, y una profunda penumbra , lastimada por por una ténue luz gastada, de tristeza y humedad.
Dormitaba su próximo final en una cama con barrotes oxidados, iguales a las de cualquier hospital humilde, en la generosa democracia que da la pobreza.
Un goteo incesante adherido a su brazo, salpicaba la vieja sábana, que apenas lo cubría.
En la cabecera, solo un frío retazo de recetario, con un nombre que lo identificaba: Nicolás Natiello.
Sí, Nicolás, aquel creador de la cocina literaria, el de las visitas impagas, el de la bohemía exquisita, el de la mano fraterna.
El querido médico de cabecera, paradójicamente era hoy sólo un papel en la cabecera.
Unos fantasmas grises ya abrumados presagiaban el salto hacia la nada.
Penumbras, ausencias, silencio...
A lo lejos el rumor hospitalario, hasta una carcajada, desquiciada y patética, como las risas en la calle de la morgue, que él tan fielmente había pintado en sus poemas.
El otrora médico poeta, el incansable peleador contra la muerte el hambre y el frío, el de la mirada tierna y el andar cansino, se deslizaban sigilosamente hacia la muerte.
De pronto, se escuchan dos cuidadosos golpes de nudillos en la puerta entreabierta del cuarto , como pidiéndole perdón al silencio, y a ese lecho donde se encuentra el doliente.
Era Luis su hermano menor, médico y psicólogo de perfil socialista, con su clásico rictus de sonrisa ausente, de palabras precisas, cuando no inexistentes.
Lentamente se acerca al querido paciente... al maestro... al mayor de los nueve...
Se sentó a su derecha, lo ebservó atentamente , posó su mano experta sobre la frente fría, le apretó sus muñecas, y tras largo silencio, comenzo suavemente a murmurar a su oido: Nicolás no te vayas, Nicolás no nos dejes, todavía estas vivo...
Y el susurro de a poco se hacía mas fuerte, y hasta ya era un grito exigiendo que vuelva, que derrote a la muerte.
La brutal letanía mendicante, exigente, convoco a un mediquillo, novato e imberbe , con su atuendo de sala impoluto, reluciente.
-Que le pasa mi amigo?.
-Por favor no perturbe el ocaso de éste hombre!
-Por favor , que pretende? , a quien cree gritarle, si ni pulso ya tiene.
Luis giró levemente su rostro anguloso ,y sin llegar a mirarlo, y con voz contenida replicó al mediquillo:
-No se asuste, querido, yo tambien soy galeno, le hablo al "resto de psiquis"!, o es que usted no lo entiende!
-Mi querido colega, mi experiencia me impulsa y es seguro que vuelva!.
-Le hablo al "resto de Psiquis", y aunque usted, por ahora, ni siquiera lo entienda, ya verá que este cuerpo no es tan sólo materia.
Se alejo el mediquillo murmurando un "que sea"... se alejo como vino, sin que nadie lo viera...

R.Natiello (relato verídico)

4 comentarios:

simalme dijo...

Claro que no es sólo materia. Por ejemplo, está aqui. ¿Qué le pasó?...Precioso relato, y triste. Casi tanto como la realidad cuando se lo propone.

Rodolfo N dijo...

Gracias. Efectivamente, despuès de ese insistente reclamo, su resto de psiquis respondiò. Se recuperò de un cuadro grave cerebral.Meses mas tarde, naturalmente falleciò .Como decìa Almafuerte "no te des por vencido, ni aùn vencido.Saludos.

Nidesca dijo...

¿Es un trozo de tu árbol familiar? Es bastante sombrío y mágico, es como para escribir un cuento (el que ya has hecho).
¿Sabes que con la atmósfera que creaste lo fui viendo todo en sepia? Eso me encantó. Y por supuesto la frase inolvidable: "Le hablo al resto de Psiquis". ¡Qué fuerte! Y además qué convicción inquebrantable.
Gracias por compartirlo.

Rodolfo N dijo...

Gracias. Efectivamente fue parte de mi infancia,(y como alguna vez lo dije), soy un emergente descolorido, de aquellos bohemios fundadores de grupos literarios entre los que se cultivaba la belleza de la palabra.Saludos.