miércoles, abril 18, 2012

El viejo reloj...



Desde el vagón de un tren deteriorado,
con esa extraña sensación de la partida
a través de mi ventanilla algo opacada
percibí el enorme Reloj que vigila las salidas y llegadas
de viajes que a veces no tienen ni rumbo ni destino...
con su cuerpo de chapa oxidada, descuidado
y balanceándose al compás del fuerte viento del sur...
Pero había algo peculiar en tu estructura que de inmediato me sedujo...
No tenías manecillas...
Sin saberlo ese ignorado reloj había logrado disolver el tiempo
en algún instante imposible de precisar...
Logró el milagro de ser, sin ser..
Al verlo comprendí también,
que el Duende que quizá robó sus manos
fue el mismo que se apropió de aquellos años míos...
tan felices, tan lejanos.
Era el mismo que, de niño, miraba azorado,
con la ternura e inocencia tan bella
en la antigua estación de trenes de Bahia Blanca...
Allí donde el aire era puro, la brisa fresca
y la felicidad mi compañía permanente.
Quizá que extraño designio deshizo tus manos...
Para tí ya no hay tiempo, solo presente..
Olvidaste la angustía de las horas que pasan
inexorables y ausentes..,
Comprendí entonces tu sabiduría y copie tu ejemplo
y, desde el enturbiado cristal que nos separaba,
medité: Viejo reloj, somos hermanos,
y el mismo que nos otorgó el tiempo transcurrido...
hoy, sin pudor alguno se lo ha llevado...
.
Rodolfo (de un viaje a Bahia Blanca)

lunes, abril 02, 2012

Nuevamente



Quiero incursionar irreverentemente


en los rosales trasnochados,

que olvidándose del mundo esclavizado por el sol,

florecen en las sombras...

Quiero aromarme en la humedad

de aquella noche augural de estío

que puso tu corazón tan junto al mío...

Lograr desentrañar aquella historia

escrupulosamente oculta...

Arrugar esa carta que quizás escribiste.

Redescubrir tu rostro original

y dibujar apresuradamente en un papel

la poesía sutil y virginal de tu mirada

que pudo provocar aquel romance adolescente...


Intentar enhebrar un poema inolvidable,


con versos cuyos verbos no conjugo...


Robar la mágica caricia del rocio


y la indulgente sonrisa de los ángeles ...


la canción que alguna vez cantó,


tras su romance de ilusión, un cisne altivo...


Encontrarte definitivamente en el febril

laberinto de mis sueños.

Rescatarte del pasado


o tal vez advertir, en algún sugestivo olvido,
.


que probable e increíblemente...


nunca has existido...

.



Rodolfo