sábado, noviembre 25, 2006

La mueca



Sì , es aquel , ese de quien te hablaba...
-Me parece conocerlo, el de la mueca?.Contame la historia, dale...
-Te interesa?
-Sì, por supuesto.
-El era, -y es-, un tipo inteligente, atropellado, arrebatado en sus decisiones, enamoradizo...
Vivìa en un puequeño pueblo de provincia, donde todos se conocen, -pueblo chico infierno grande , dicen...-
Estaba enamorado de una compañera del ùltimo año de bachillerato.

Ella era bella, de modales suaves pero enèrgica y tambien arrebatada, tanto como el amor que los unìa.
Parecìa una mas de las lindas historias de amor, de aquellas de los cuentos, pero un dìa...
-Se pelearon...
-No, ella fue a cursar sus estudios universitarios a la metròpoli, distante unos cien kilòmetros del pueblito, y comenzaron los roces y las discusiones.
El querìa continuar con la tradiciòn de su familia afincada en la administraciòn de su estancia. Ella querìa cambiar de aires, de ambiente. Dejar la abulia provinciana y estremecerse en el bullicio urbano...
-Y...?
-Lo inevitable, el enojo, las palabaras de màs..., y por ùltimo, cada cual por su lado.
El sufriò enormemente la separaciòn, se pasaba noches enteras llorando sin que nadie lo viera. Su orgullo era grande...tanto como su dolor.
Paso un año.
Una tarde de enero llego al pueblito , ella, con su sonrisa elegante y un indisimulado optimismo. Vengo a quedarme , dijo al chofer del auto que la esperaba en la estaciòn...
Esa misma tarde se encontraron, pero èl, habìa sufrido tanto...
Y su orgullo estaba intacto, no acepto , ni creyò en las explicaciones...
Todo termino, dijo.
No se vieron nunca màs...
Pasaron muchos años. El intentando olvidarla, se habìa mudado a la gran ciudad, formò una familia, tenìa una sòlida posiciòn econòmica producto de su destacada actividad de arquitecto,pero sentìa que algo hacìa agua en su alma.
-Un recuerdo...? .
-Sì, un recuerdo que le provocaba sueños recurrentes y una angustia que lo acosaba de tanto en tanto.
Una especie de culpa por su actitud soberbia de juventud, algo que no podìa explicar.
Pero sentìa que debìa volver a verla, hablar con ella, mirarla a los ojos...
-A quien?
-A la mujer de sus sueños, aquella que veinte años atràs habìa dejado escapar, con làgrimas entrecortadas por su desmesurado orgullo.
No la habìa olvidado.
Soñaba en recuperarla, en que todo ese tiempo que medio desde aquella època se desvanecìa, y volvìan a ser los mismos...aquellos que eran, aquellos que se amaban.
Su subconciente lo traicionaba y la realidad lo torturaba.No se vuelve a los lugares, se vuelve a los recuerdos, decìa.
Una mañana se despertò sobresaltado luego de uno de esos sueños, y tomò una decisiòn: buscarla.
No pasò mucho tiempo hasta que fue destejiendo toda la historia transcurrida y logrò ubicar el domicilio.
Ella, vivìa con su padre, en una coqueta casa de dos plantas, con àlamos, en la vereda, como aquellos del pueblito que los viò nacer, e increiblemente ubicada a escasos minutos de su residencia.
-Pero durante esos años viviendo tan cerca, nunca se habìan cruzado siquiera ?.
-No.
-Y entonces?
-Tòmo un taxi, buscò la direcciòn en su agenda, -eran las diez de la noche- y paso por el frente de la casa.
Tuvo un impulso: bajar de inmediato, llamar a la puerta , verla, hablarle, decirle todo lo que sentìa...
-Y bajò?
-No, le pareciò imprudente por la hora, y pensò para sì, volverè mañana a primera hora.
La noche se le hizò interminable...
Al amanecer luego de desayunar, emprendiò el camino -eran apenas unas diez cuadras- y las hizo caminando lentamente, para ir meditando todo lo que le dirìa, imaginando diàlogos, promesas, tantas cosas...
Pocos metros antes de llegar, un alboroto de gente en la vereda lo sorprendiò.
Inquieto , se avalanzò hacìa la puerta de casa, y entremezclado entre la gente anònima escuchò a un anciano decir con palabras entrecortadas por el sollozo:
Mi hija ,por una pena de amor, anoche se suicidò...
.

Rodolfo 11-06

domingo, noviembre 12, 2006

Una carta...

Mi iglesia (oleo-Rodolfo)
Era un niño 16 años?, quizà.
El mas pequeño de los tres hermanos, "el regalon", el mas mimado, siempre fue así (¿Suerte?).
El hecho que todos los años iban a veranear un mes, a veces dos, a su pueblo natal.
Un pueblo bello, como todos los de Provincia, con sus calles de tierra, amplias y limpias, abiertas al viento...
Con el suave olor de la tierra regada y las veredas pulcras...nuevas.
Y los árboles enormes brindando su sombra , trazando desfiladeros de grises en el calor de la tarde pueblerina. ¡Que bello!
Las maletas , y el tren hacia el sur, ese sur deseado durante todo el año, donde encontrar la familia grande, las alegrías de sol , tierra, paisajes y libertad...
Pero ese año, algo especial se sumaría a la espectativa habitual de cualquier viaje: una carta...
Que cosa tan trivial, alguien diría, no?
Pero esa carta , el mensaje que encerraba, y el misterio enorme que subyace en todo texto ignorado, desconocido -aunque sospechado-, lo acompañaron toda su vida.
Sucedió que casi al final de esas vacaciones, recibió una carta...
Simplemente en el sobre algo arrugado, -posiblemente por los sucesivos pases en manos clandestinas de adolescentes-, decía su nombre , sin remitente...
Cuidadosamente cerrado.
Apareciò adherido a uno de los ventanales de la casa grande de la abuela, flameaba con el viento sur cargado de promesas de un dìa fresco y pleno de sol...
Al verla y leer su nombre se apresurò el ritmo de su corazòn, la tomo entre sus manos y con medida ansiedad la abriò, respetando la integridad del sobre, como quien conserva un cofre, mas allà del tesoro.
Al comenzar a leerla ya le impactò su caligrafía... era tan bella...
Letra agoticada, rasgos grandes y en ascenso, superando levemente el renglón, trasmitièndole un mensaje tan dulce , tan dulce.
Con que ansiedad la leyó!
Que tierna, que dulce !
En el texto insertaba, párrafos de algun tango melódico ( "Te ví pasar y me enredé en la aventura de tu andar, que monumento el churro aquel ! que calidad!ª) , y concluìa con una frase apocalìptica y contradictoria: "vernos será imposible, ya que las distancias no lo permiten...te espero: María Elenaª.
Sutilmente brindaba una pista para encontrar a su dueña , el perfume , el que impregnaba el delicado papel...
Y él lo conocía , sabía de ese aroma....
Tenía la pista... faltaba encontrar entre el grupo de las chicas, a ella...
Y dónde buscarla?
En la plaza mayor, allí estaría...
Seguramente. Allì se juntaban en grupos coqueteando y disputàndole belleza a las flores prolijamente alineadas en los canteros de la plaza.
Una plaza donde en el lago central nadaban cisnes, y caían en sus orillas las desgarradas ramas de los sauces llorones balanceàndose al ritmo sensual de la brisa de estìo. Surcada por caminos naranja de ladrillo en polvo, y flores de todos los colores alrededor de la Capilla de piedra...
Presuroso se dirigió hacía allí, y hasta creyó percibir el perfume...
Abrió el portòn aùn impecable, de la pequeña Capilla ubicada en el centro de la plaza, y sigiloso mirò a ambos lados de la misma, allí donde se juntaban las chicas del lugar...
Un sacro silencio, lleno de ecos vacios respondió a su aliento entrecortado.
Nadie en las cercanías, ni sus amigos...
Que extraño?, -volverè mañana- dijo displicentemente -como querièndole quitar importancia a su ansiedad, y pensando que el tiempo , era "su tiempo", aquel que manejaba con la increible irresponsabilidad de los espìritus nuevos y sanos, ausentes de la contaminaciòn cruel del dolor y del fracaso.
Y ese "mañana" nunca fue, porque al otro día los pasajes del tren exigìan la vuelta inmediata a la ciudad.
Inconciente -quizà negando orgullosamente todo lo que esa carta decía-, recién al releerla , ya en viaje de vuelta, acurrucado en el asiento trasero al de sus padres, en el penùltimo vagòn del tren, acompañado por la visiòn fantasmal tras la ventanilla de paisajes veloces que huìan, entendió en su verdadera magnitud lo que perdía...
Y así fue, de esa bella carta y su inolvidable perfume, de la simpleza tan tierna del mensaje joven y límpido de una estrellita , sólo le quedó un misterio astral...
Quién sería ?
Sólo sabía su nombre : Maria Elena...
Nunca más supo de ella. Un año es mucha espera para premuras juveniles, y se perdió en el tiempo la bella e inconclusa poesía de esa carta que , ya a lo lejos, le marcó su vida...
Una carta...
Siempre reclamó una carta...
Y esa carta nunca llegó.
.
Rodolfo 11-06