
Como un cordialísimo saludo, un cielo profundamente azul
de ausentes nubes me transmitió su inmensidad incomparable
de eje central del universo...
También la brisa se asocio al jolgorio y me besó mil veces en la cara
con la tibieza estival de un diciembre cercano...
Silencio, quietud y paz...
Belleza,color y el fenomenal misterio de la naturalez a mis pies...
Respiré profundo procurando confirmar estar despierto
y egoistamente atrapar tanta belleza.
Y sentí la humedad sensual de la gramilla
tras su romance permanente con la tierra...
Mientras, hamacándose en una rama núbil de un duraznero
un avecilla inquieta me transmitía mensajes de amor
con sus trinos melodiosos,
cerrándo de tanto en tanto los velos húmedos de sus ojos violeta...
Por un momento pensé que había cruzado la frontera astral
y que a mis ojos se ofrecía el paraíso...
Pero no, soy yo mismo frente al cosmos
Me pregunté entonces, será que es cierto que el alma
algunas veces le da respiro al ser conciente,
y se regala a sí misma un día de gracia?
Lograré saberlo algún día?...
Quizá no...
Mas hoy, siento que el paraiso existe
y que escurriéndose entre las bandas multicolores del arco iris
la felicidad me seduce con la habitual delicadeza
y la sensualidad indescriptible
de las cosas definitivamente bellas...
.
Rodolfo
11-07.
¿Qué hace falta para ser feliz? Un poco de cielo azul encima de nuestras cabezas, un vientecillo tibio, la paz del espíritu.
André Maurois (1885-1967) Novelista y ensayista francés.